Paz y nuevo orden desde la justicia alternativa

Se dice que las organizaciones perdurables conservan sus principios y propósito, cuando sus estrategias y sus prácticas de operación, se adaptan a los cambios del mundo.

Así parece que la interesante combinación de conservar lo básico y estimular el progreso, implica un cambio de prácticas operativas y culturales específicas.

En efecto, no todos los problemas en nuestra sociedad son provocados intencionalmente, de hecho pocas personas están a favor de la violencia, la pobreza, la contaminación o las violaciones a los derechos humanos.

Empero:¿Por qué hay tantos de estos casos?

¿Acaso se debe al egoísmo, a la falta de visión de futuro, al sistema jurídico o simplemente a la ignorancia?

Todos estos factores influyen y muchos más.

Es interesante observar que todos pueden considerarse como diversas fallas de los sistemas de regulación de feedback.

Todo sistema viable, tanto en la naturaleza como en la sociedad, necesita cierta cantidad de mecanismos automáticos de feedback, para mantener un estado saludable, o para restaurar un estado deseable si el sistema se ha apartado de él.

Por ejemplo, los especialistas señalan que el sistema inmunológico de los seres humanos continuamente detecta y elimina gérmenes patógenos antes de que puedan multiplicarse y diseminarse por todo el cuerpo. Si el sistema inmunológico se debilita nos morimos. Un ejemplo de mecanismo de feedback en la sociedad es el sistema jurídico.

En todo sistema, existen tres componentes principales: el acuerdo sobre un objetivo deseable, las formas de detectar desviaciones del objetivo y los métodos para hacer que el sistema se acerque al objetivo si se ha apartado de él.

En el sistema jurídico, las leyes definen qué es un comportamiento aceptable, los tribunales determinan si alguien ha infringido una ley, y la policía y el sistema penitenciario se encargan de hacerla cumplir.

El sistema ideal en el nuevo orden es el que articule la paz y la autorregulación de las relaciones interpersonales, mediante una especie de “Reglamento de Tránsito”, que direccione y señalice el camino del crecimiento, el progreso y la armonía, todo, desde la filosofía para la paz.

Frente al argumento del poder legítimo para imponer la paz, la filosofía se propone como medio real y eficaz para tal fin.

La filosofía es el análisis de lo que es, de la entidad real de las cosas y las relaciones, y por ello, olvidada la filosofía, es argumento para la promoción de la paz desde la paz.

El recurso a la violencia legítima para establecer la paz, mediante una estructura de relaciones de dominio, se ha mostrado en nuestra historia, como un medio a la larga ineficaz para establecer una paz duradera, porque las relaciones de dominio, de por sí, coartan la libertad, pasión humana que, hasta ser restablecida, genera una gran inestabilidad social.

La moderna sociología de los hechos consumados y la paz efímera, chocaron de frente en el siglo XX, el más sanguinario de la historia humana. Quienes han asumido las diversas formas de monopolio del poder para construir la paz estable, han originado los mayores atentados a la paz conocidos en la historia.

Marxismos y fascismos predicando liberación, paz y justicia originaron represión, guerra y muerte.

La paz sólo puede ser instaurada con el establecimiento de las relaciones de justicia entre los ciudadanos y, para desentrañar la verdadera naturaleza de lo que en verdad corresponde a las relaciones de justicia, se precisa cada día más el auxilio de la filosofía social.

Hacer filosofía, primordialmente, es poner al hombre frente a su responsabilidad para interpretar el mundo, su naturaleza, la entidad de los seres y sus relaciones.

La filosofía es la ciencia que se propone desentrañar la verdad que se esconde tras cada acción de la naturaleza, y desde ahí elaborar criterios para construir las relaciones sociales en el marco de la justicia. En la medida que el hombre se inhibe del análisis de las condiciones de verdad de la realidad que le rodea, y decide sólo en función de su interés o conveniencia, contribuye al progreso de la inercia del poder que se constituye garante de esos intereses.

En los últimos tiempos se ha mostrado la evidencia de que la garantía para la paz, que supone la democracia, lo es en función de los valores que desarrolla la sociedad.

El mero sistema de representación, como estructura, garantiza el ejercicio del poder por las mayorías, pero ello no impide, como se ha mostrado en la historia reciente, el que triunfen mayorías que para la defensa de sus intereses apuestan por actitudes violentas de represión y dominio.

El verdadero proyecto de construcción de la paz y nuevo el orden a partir de las reformas constitucionales en México de dos mil once, no puede sino sustentarse en la asunción personal de valores, lo que no es socialmente posible sin una cultura de los valores y sin una educación en los valores de solidaridad, que construyan relaciones de servicio y justicia entre los ciudadanos.

El análisis de lo que una actitud tiene de valor, no puede desentrañarse sino de una prospección filosófica, que aflore las condiciones de verdad que esa actitud presenta y la naturaleza de las relaciones en que debe realizarse.

Retomar para la educación, la perspectiva de la responsabilidad del comportamiento de cada ciudadano, y no la sumisión a las decisiones de los grupos de poder, es otro de los factores que favorecen a la paz e incomoda a los partidarios de las estructuras de dominio y violencia.

El divorcio entre la racionalidad del hombre crítico y la sumisión a los dictados sociológicos es una realidad cada día más evidente en los sectores culturalmente más desarrollados.

La propaganda sociológica que pretende caracterizar las actitudes de las personas se muestra como uno de los medios más contundentes sobre la libertad de la conducta humana, cuando estos mensajes llevan implícitos el recurso o la justificación de la violencia o de cualquier actitud de dominio de clase o grupo, si las personas a quien van dirigidas no cuentan con el recurso de criterios filosóficos básicos, con dificultad podrán discernir sobre la repercusión de los mismo.

De acuerdo con Johan Galtung, la palabra paz, tiene dos grandes concepciones: la negativa y la positiva, relacionadas con definiciones de la violencia directa y estructural.

Para la paz estructural, «paz» no es lo contrario de «guerra», sino «la ausencia de violencia estructural».

La paz negativa que predomina en nuestra sociedad pone el énfasis en la no-existencia de guerra. «Paz» sería igual a «no-guerra, ni violencia directa».

La paz positiva presupone un nivel reducido de violencia directa y un elevado nivel de justicia. Se busca armonía social, justicia e igualdad y la eliminación de la violencia estructural, concepto que alude a la violencia generada por las estructuras, es decir, por la desigualdad existente dentro de la sociedad que impide a las personas satisfacer sus necesidades fundamentales, espirituales y materiales.

Para la paz estructural, «paz» no es lo contrario de «guerra», sino «la ausencia de violencia estructural»; es lograr la armonía del ser humano consigo mismo, con los demás y con la naturaleza.

Por ejemplo, en Mediación y Conciliación Educativa, se busca que los alumnos puedan llegar a una convivencia armónica sin la necesidad de la presencia de un adulto, es decir, sin una estructura “militar” que lo cuide.

Del mismo modo, deberíamos llegar a que los alumnos cuiden la escuela y la propiedad, no por el «ejército» (adultos, amonestaciones, sanciones), sino que la estructura pacífica sea garante de la paz y la armonía.

Por lo tanto, no sólo deberíamos permitir que los alumnos se expresen, sino también tener en cuenta sus opiniones e incluirlas en la vida de la escuela. Las diferencias económicas y sociales existentes en el alumnado deberían generar solidaridad y apoyo, permitiendo que la interacción pedir/ofrecer y dar/recibir sea un modelo para su vida adulta.

La justicia positiva en la escuela implica la existencia de desacuerdos, pero no de injusticias. Esto podría sonar muy utópico en el competitivo mundo de hoy, y tal vez éste sea el desafío que se propone con la Mediación Educativa para alcanzar un nuevo orden en ese ámbito, donde predomine una paz positiva.

Por supuesto que no es tarea fácil, necesita un alto nivel de compromiso de toda la sociedad.

El modelo de paz positiva, deberá insertarse en nuestra sociedad que sustenta un modelo de paz negativa, pero el objetivo es presentar esta alternativa sin imponerla ni hacerla parecer una mera utopía, sobre todo ahora, con la reforma al artículo 17, párrafo quinto, constitucional, cuyo texto dice: “Las leyes preverán mecanismos alternativos de solución  de controversias. En la materia penal regularán su aplicación, asegurarán la reparación del daño y establecerán los casos en los que se requerirá supervisión judicial.”

Estamos de acuerdo en que la sociedad y el mundo, no se cambian por decreto, pues las organizaciones nacen y se constituyen día a día con el hacer del hombre dentro de la organización.

Si partimos del elemento ontológico de toda organización, que es el lenguaje entre los individuos que la conforman, resulta que la dimensión base, es la dimensión del hombre.

El relacionarse con el lenguaje da origen a conversaciones que pueden ser para posibilidades o para la acción, basadas en compromisos otorgados para cumplir los objetivos de la sociedad y el Estado.

No solo debe haber una aceptación por parte de los individuos de los objetivos sociales, haciéndolos suyos, sino que el Estado debe entender las necesidades de los individuos, fortaleciendo las instituciones socializadoras, para satisfacerlas.

De esta forma, no solo tendremos una organización más competitiva, sino además, más humana y con un sentido social.

El viraje que trato de proponer es el trasfondo de cómo entender el marco donde opera la organización social, mejorando las relaciones que afectan a los individuos, sistemas y áreas que la constituyen, coordinando las relaciones interpersonales y sociales, bajo una metodología rigurosa y ordenada que haga que la organización sea competitiva en el presente y en el futuro, en un mundo cambiante lleno de amenazas y oportunidades.

Esto supone una movilización, donde el hombre se realiza y a su vez, la organización cumple sus objetivos.

En tales circunstancias, tenemos que crear un mecanismo “autogenerador”, que cambie la lógica de la organización social, que nos permita crear herramientas de planeación estratégica, para enfrentarnos sin crisis al cambio, la mayor parte de las veces discontinuo y a futuro, ya no predecible.

El problema no es la velocidad del cambio, si no que, no hemos sabido enfrentarlo sin crisis por no tener un mecanismo de “adaptabilidad flexible”.

“El cambio ha cambiado”. Peter Drucker dice: “uno no puede administrar el cambio pero puede anticiparse a el”.

Por su parte, Peter Senge, nos dice: “En las empresas se espera que la gente haga funcionar la máquina y que resuelva problemas y se olvidan de cuán importante es moverse ante lo inesperado.”

Una política activa por la paz y el nuevo orden requiere la cooperación de todos para la transformación de conflictos y de esa forma evitar la escalada de los conflictos. Requiere también misiones de conservación de la paz para terminar con la violencia. Esto en caso de que fallara la prevención y conciliación para evitar que la violencia se repita.

Algunos dirán que ir a la confrontación es una decisión expresa, no es algo accidental, pero no siempre queda claro quién es el causante de una confrontación. Siempre podemos argumentar que el otro fue el que empezó todo.

Pensamos que en el nuevo orden debe legislarse sobre los parámetros de un “Reglamento de Tránsito”, que prevea, regule y armonice el tránsito de todo y de todos, y para el caso de choques, prevea la autocomposición asistida donde los involucrados de manera colaborativa y asociativa, a través de un método dialógico, como son la Mediación, la Conciliación o los procesos de Justicia Restaurativa, solucionen mediante un convenio mutuamente satisfactorio sus diferendos.

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