Violencia en el fútbol.

Estos días, que han sido para el olvido, hemos escuchado recurrentemente que el deporte de un país es el reflejo de su sociedad y su gobierno. Sin duda lo ocurrido en La Corregidora de Querétaro superó por mucho esa premisa, y miren que vivimos en un país en ruinas. No cabe duda que el fútbol es el deporte con más seguidores en el mundo, y en México la dedicación a las noticias relacionadas con ello, tanto en televisión, radio, diarios y redes se hace notable. A pesar de que este deporte tiene a un gran número de adeptos que acuden a los campos a ver a sus jugadores y a disfrutar del juego, nos hemos encontrado en muchas ocasiones, tanto dentro como fuera del campo, situaciones de violencia que empañan de manera drástica el sentido de lo que cualquier deporte, y más uno de equipo, desea transmitir. Noticias como la saña con la que fueron agredidos, por decir lo menos, aficionados del Atlas en el juego que disputaron contra Gallos, nos dejan a todos perplejos, y más al saber que eran familias enteras las que literalmente huían de estos salvajes tratando de salvar sus vidas. Es difícil de comprender por qué sigue sin erradicarse la violencia entre aficionados dentro y fuera del campo, pero más increíble aún es tratar de entender la respuesta tibia y pusilánime de las autoridades.

Tal es la agresividad de los miembros pertenecientes a estos grupos, la rabia hacia los contrarios y la violencia extrema que despliegan, que cuesta entender que al día de hoy uno no pueda tener la libertad de poder elegir a qué equipo seguir sin tener miedo a estar cerca de algún fanático de estos.

Pero por desgracia este no es un hecho aislado y sí un patrón común que se ha ido desarrollando en el fútbol con el tiempo. Este tipo de actitud se suele desarrollar desde edades tempranas. La violencia en el fútbol se origina en la propia sociedad y su comportamiento; una sociedad que se expresa en las gradas con frustración, enfados y agresividad que acumulan en su vida cotidiana y que en ningún otro espacio público se permite, pues con toda lógica correrían peligro de ser expulsados del recinto. La práctica del fútbol comienza a edades muy tempranas y es en esos partidos de fútbol de niños no mayores de 5 años donde surge el germen de la agresividad, del odio y de la frustración que no tiene otro fin que defender unos colores, un club o simplemente apoyar o insultar en el peor de los casos a un jugador o incluso al árbitro. Esa competitividad llevada tanto dentro como fuera del campo, mezclada con una actitud de falta de respeto entre miembros de distintos clubes, hacia árbitros y entre ellos mismos, es un fiel reflejo de cómo actúan algunos aficionados de este deporte y que incluso son, aunque nos cueste creerlo, padres de los jugadores y directivos de los clubes. Ellos serán por desgracia el espejo en el que los niños se mirarán en el futuro para crear y copiar su propia conducta, por lo que este tipo de comportamientos deben ser cortados de raíz.

Para conseguirlo deben sentarse unas bases sobre principios éticos y de conducta que en caso de incumplirse conlleven una sanción o la total suspensión de la práctica de éste deporte, ya sea a los jugadores o bien a través de la prohibición de entrada a los campos de fútbol a aquellos aficionados que llegan a estos extremos.  El fútbol es un juego de caballeros administrado por villanos. La cultura que rodea en la actualidad la práctica del fútbol es bastante irresponsable. Por desgracia el fútbol hoy en día sirve de hilo conductor de reyertas entre clubes, racismo, política y sobre todo, es un reflejo deleznable del mal comportamiento y la falta de respeto entre algunos de los miembros que lo conforman, siendo el fútbol un deporte magnífico para todos aquellos que lo disfrutan con pasión y no por ello dejan de ser respetuosos y pacíficos.

Pero desde los estamentos más altos de éste deporte es hora de formar parte de la solución. La FIFA o las propias autoridades al mismo nivel de cada país, y en nuestro caso la FEMEXFUT, deben establecer normas, bases, principios y códigos de conducta para que a largo plazo se cree una cultura ejemplar que las futuras generaciones copien y posteriormente enseñen a las siguientes. En el fútbol NO PUEDE SER MÁS IMPORTANTE EL NEGOCIO QUE EL DEPORTE, porque eso convertiría un maravilloso partido en un trágico circo Romano.

No nos cabe duda que la violencia, al igual que la agresividad, pueden erradicarse en su mayoría o en su totalidad si todos nosotros (clubes, deportistas, padres, etc.) condenamos estas actitudes y conductas negativas que, aunque producto de una minoría, generan gran daño y tienen grandes repercusiones en nuestra sociedad y en el espíritu que el deporte intenta enseñarnos desde hace años.

 El fútbol es un deporte que, de acuerdo con las hipótesis más apoyadas en historia y sociología del deporte, tuvo origen en rituales violentos, donde se tomaba la cabeza de una bestia sacrificial como pelota, en la Europa antigua. De hecho se reportan prohibiciones en la Edad Media en Gran Bretaña, para juegos populares donde destaca este deporte, ya conocido entonces bajo ese nombre, debido a los disturbios que provocaba entre los participantes y al desenfreno que motivaba su práctica. El fútbol es un deporte colectivo de contacto que se ha caracterizado por la conducta agresiva mostrada dentro y fuera de la cancha, entre jugadores, técnicos, aficionados y los mismos árbitros. Dada la pasión que genera este deporte y las posibles implicaciones sociales de la agresividad manifestada en su contexto, es trascendental poner un alto a estas conductas y buscar que los efectos que tengan sobre la sociedad en general sean solamente positivos.

Me duele en el alma este análisis sobre el deporte que yo practiqué, que amo, que me ha dado grandes satisfacciones y mayores emociones, pero solo puede mejorarse lo que puede medirse, y hoy debemos reconocer que las cosas están mal. Y seguiré pensando, por todo lo bueno que esta actividad tiene, que ¡EL FÚTBOL SERÁ SIEMPRE DE LAS COSAS MENOS IMPORTANTES, LA MÁS IMPORTANTE!

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